martes, 5 de mayo de 2009

Reflexiones desde un Tren... Vol. II

Os lo advertí, aqui estoy de nuevo... por segunda vez hoy, pues... ¿Que mejor manera de celebrar el inicio de mis reflexiones desde el tren, que con una doble sesión?

Sí mi memoria no me falla, en el post de esta mañana he hablado -brevemente- de mi trabajo en el archivo. Sobre como me siento rodeado por la historia de un pueblo, y lo ciertamente sobrecogedor que resulta. Bueno, a lo largo del día de hoy he ido reflexionando sobre ello, y he fraguado una opinión más consistente sobre como me siento cuando trabajo en el archivo.

Trabajar en el archivo no es trabajar rodeado de historia. Eso se aplicaria a trabajar en una biblioteca, o similares. Trabajar en el archivo es trabajar rodeado de pecados.
Pecados de toda indole... maltrato, estafa, robo, agresión, suplantación de identidad, trafico de drogas, amenazas, intentos de asesinato... Todo acaba dentro de esos actualmente 531 archivos, divididos en bastantes más de 1500 carpetas, con 50 expedientes por carpeta. Haced el calculo. Son muchos pecados en solamente dos habitaciones.

Esto me lleva a pensar en el ser humano. En lo podrida que está la humanidad. Si en una población como Xàtiva requieren de casi 2000 archivadores... ¿Que sucede si extrapolamos a la capital de la Comunidad Autonoma? ¿Y del país?

Solo pensar en ello me pone los pelos de punta.

Pero hay algo más tenebroso aun en el archivo. Y son los expedientes (como ya he dicho, usualmente 50 por carpeta) que requieren de una carpeta para ellos solos... o incluso más. Expedientes con cientos sino miles de folios. Todos sobre una misma persona, sus delitos, sus pecados. Me da miedo pensar que ahi fuera hay gente capaz de ocupar con su historial policial en apenas tres decadas de su vida lo mismo que otras ciento cincuenta personas en toda su vida.

Aun con todo esto, el archivo sigue gustandome, aunque ahora lo respeto un poco más... Y es que cuando tienes en tus manos y bajo tu responsabilidad papeles tan importantes, y algunos tan viejos ¡O más! que tu, uno aprende a mirar las estanterias con otros ojos.

Sin más que añadir y mientras observo las casas pasar fugaces por la ventanilla...

Un saludo a todos

Al

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